jueves, 26 de julio de 2007

LAS FLORES DE CRISTAL

I
LEYENDA DE LA COCA

ENIGMATICAS RELIQUIAS SAGRADAS labradas en oro y plata, y plenas de magníficas piedras preciosas, constituían un verdadero reto a la brillantez del sol.
Joyas refulgentes de pulido metal fueron recolectados de los templos de INTI, y llevadas por ancianos sacerdotes de la RELIGION SOLAR hasta las orillas misteriosas del Sagrado Lago de INTICKACKA.
A muchas leguas podía verse el radiante fulgor de los tesoros de los Templos, y reverentes los HIJOS DEL SOL, bajaban el rostro.
El más anciano de los sabios yatiris escudriñaba las serenas aguas del lago sagrado, los horrendos crímenes que cometían unos varones barbados y blancos, llegados de tierras lejanas, y que consigo trajeron tenebrosos truenos de muerte, y un negro libro con el que justificaban sus atrocidades... Vejaban los virginales vientres de las SACERDOTISAS del SOL, torturaban y asesinaban a los guerreros y a los sacerdotes, tal cual él había profetizado en los patios del Imperio, amonestando a los Incas y al pueblo a cumplir con las Leyes Divinas, si no querían ver sepultada en la incógnita todo el esplendor y magnificencia de la CIVILIZACIÓN SOLAR.
II
LA PUERTA DEL SOL
Su proféticas palabras no habían sido escuchadas, y sanguinarios, y bastardos invasores, regaban de sangre real el grande imperio de AMÉRICA.
Cual si fueran lobos sedientos de sangre y hambrientos de oro, acercábanse las hordas criminales, atraídos por el resplandor áureo de los maravillosos tesoros de los templos del sol.
El sublime anciano y los sacerdotes del sol, sentados junto a la Blanca Piedra, oraban a INTI, y clamaban a sus Dioses, para que las manos extrañas, manchadas de sangre y vicios no profanasen las sagradas reliquias de los augustos templos del Sol.
El Astro solar del medio día, aumentó su luminosidad, y los sabios yatiris se pusieron de pie.
El más anciano y sabio de ellos, levantando los brazos, y mirando al astro divino, enseñó su rostro que brillaba como el oro del tesoro de los templos; bajó los brazos, y una densa nube cubrió el lago. Nadie podía ver más allá de la niebla.
La oscuridad se disipó, y todo el magnífico tesoro de los Dioses había desaparecido, y frente al bronce de las pieles bañadas por el rocío, vieron los hijos del sol, que dos siniestras sombras vestidas con túnicas oscuras como la niebla que se había disipado, se adelantaban a una legión de siniestros barbudos cuyos ojos brillaban de ambición, lujuria, y muerte.
Rodearon a los asombrados Adoradores de la Luz, e inmediatamente comenzaron a torcerles sus brazos y a sujetarlos con gruesas ataduras. Comenzaron el interrogatorio, y los frailes amonestaron primero, y amenazaron después con el fuego eterno de los infiernos a los sabios del culto solar, quienes permanecieron en silencio ante la sañuda brutalidad con la que procedieron los "cristianos" y la soldadesca extranjera.
III
LAS FLORES DE CRISTAL

Todos los Sacerdotes del Dios Sol fueron torturados hasta la extenuación, por su negativa a satisfacer los requerimientos de la ambición española.
Dagas filosas cercenaron sus carnes, y los bronceados cuerpos fueron flagelados, rotas sus espaldas... Unos eran quemados vivos, otros clavados en maderos semejantes a cruces, mas, no lograron arrancarles ni una sola palabra del sacro secreto.
La frustración de la bastarda ambición fué mayor, cuando tras larga y furibunda búsqueda por las orillas del lago, no encontraron nada... Absolutamente nada.
Los ayes de la agonía rompían el silencio de la oscura noche, que de pronto se vió iluminada por la gran luz que emergía de las aguas del sagrado lago... ¡Era INTI...!
La Hija del Dios Sol, compadecida por el sufrimiento de los ancianos sacerdotes, y admirando el valor de sus silencio y de su indiferencia a la muerte, se acercó a los agonizantes guerreros-sacerdotes, alivió sus dolores, y les dijo: "Amados Hijos del Sol, vuestra nobleza y fidelidad, vuestro valor y sacrificio, os han hecho merecedores de morar junto a la felicidad de mi Reino Solar, donde no tendréis más recuerdo de la vida ni de sus sinsabores..."
Maravillado el mayor de los ancianos, postróse a los radiantes pies de INTI, y dijo: "¡Oh Inti, la más bella hija del Dios Sol, tú que peregrinaste desde la tierra blanca hasta llegar a nuestra Isla Solar, que trajiste Fuego y Luz con tu gran sabiduría, nos concedes hoy, la dicha suprema de morar más allí de los tiempos en el ígneo paraíso de tu celestial reino..." "A tí, cuyo amor por nuestro pueblo fue demostrado en el sublime sacrificio de tu dorada vida... A tí, Reina del Sol, suplico, por tu gran amor, por la Majestad y Poder de tu Divino Padre, con humildad te pido: ¡No me lleves a la dulce morada de los Dioses, no sin antes entregar a mis hermanos en desgracia, el sublime bálsamo que alivia el dolor y regenera la vida, el néctar que mitiga las penas y cura las heridas. Deja que entregue la flor cristalina que sea el sustento de sus días con hambre, la compañía que alegre su triste soledad, y el arcano que le revele los secretos del más allá de la vida...!
¡OH INTI, se que el crepúsculo de la gloria de mi pueblo agoniza, y que es mucha la gracia que pido, mas, todo el llanto, dolor, sufrimiento, esclavitud, que sufrirán mis hermanos, será peor que el olvido y la muerte, sino tienen en sus manos el dulce néctar de la Flor Sagrada que alegra la cima de la mansión blanca de los Dioses...!
La ígnea mirada de la Hija del Dios Sol brilló intensamente, el anciano cayó de rodillas, y la diáfana voz de la princesa solar, así se expreso:
"Mi venerable Yatiri, tu amor a los hijos del Pueblo Sagrado es muy grande; mas no ha logrado hombre alguno, vencer la gran cornisa de hielo que protege de los mortales el azul jardín donde crece la nívea y cristalina flor sagrada de los Dioses; pero, si es ese tu anhelo, toma la piedra blanca, y en noventa días, labrarás en ella un Sapahuajra, llevarás sobre tus hombros una caña de oro y otra de plata, iniciarás luego el ascenso a la corona de tus aspiraciones; sin embargo, no hay camino que lleve al jardín florido, tienes tú que abrir tu propio sendero."
IV
LAS FLORES DE CRISTAL

Dos relucientes cañas surgieron en las manos de la radiante Diosa, una era de oro y otra de plata. Se las entregó al sabio, mas, pesaban mucho, y no podía con ellas, por lo que la hija del Rey Sol dióle por ayuda, una hermosa doncella del Templo Solar, y juntos pusieron en sus espaldas las pesadas cañas, al tiempo que la divinal voz de Inti les decía:
"Cuídense de beber licores fermentados, no deben hacerlo. Beban solo aguas puras del secreto manantial."
Un gran resplandor cegó al anciano Yatiri, y cuando recobró los sentidos, vióse completamente sano, sus heridas habían desaparecido, y la joven doncella le ofrecía de beber aguas puras.
Mientras admiraban la blanca corona de la Montaña Sagrada, la fresca brisa del valle acariciaba los bronceados rostros de la pareja solar y comenzaron a subir por la escarpada ladera pletórica de agudas espinas que herían sus carnes. Sin quejarse, sin lamentos, ayudándose mutuamente, tomados de la mano para no caer, continuaron el penoso y difícil ascenso.
Muchas veces vieron que el abismo se abría a sus pies y otras tantas cerraron las puertas al temor y a la autocompasión.
Multitud de alimañas, serpientes, avispas y fieras salvajes, custodiaban la montaña y no les dejaban avanzar más, la pareja solar mojó en agua sus labios, sus pechos, sus cabezas, y las varas, evitando así, ser dañados por los animales que habitaban en las faldas de la misteriosa montaña.
V
LAS FLORES DE CRISTAL

Sufrieron incontables penas y sacrificios, hasta que llegaron a la muralla blanca, que no dejaba dar un paso más hacia las eternas nieves de la montaña.
Durante diez días buscaron sin descansar la forma de vencer la sólida barrera del hielo guardián; pero, fueron inútiles todos sus intentos, y como ultimo recurso acudieron a las varas de oro y plata, las que friccionando suavemente, lograron un fuego encender, y así, con fuego, se abrieron paso a través de la niebla de del hielo, y penosamente ascendieron por el sendero abierto.
Una y otra vez tuvieron que abrir nuevas entradas, hasta atravesar los treinta y tres bloques gélidos que los separaban de la cima blanca.
Para sorpresa de ambos, atrás había quedado el frío y el hielo, y ante sus ojos se mostraba una gran ciudad blanca, rodeada de fraganciosas flores cristalinas que brillaban como un espejo vivo.
VI
MILAGRO ANDINO

Noventa días transcurrieron, y la noble pareja había labrado un Sapahuajra en la blanca piedra que la diosa Inti les había entregado.
La imagen labrada, una vez terminada, comenzó a arder como un fuego intenso, y parecía tornarse en un sol, cuyos dorados rayos daban más vida y belleza a los níveos jardines.
El fuego de la piedra transformose poco a poco en un hermoso y vivo Sapahuajra, cuya boca dejaba escapar un aliento musical que agitaba a las flores de cristal, y extasiaba a la pareja de oficiantes del CULTO SOLAR.
Tras un rito singular, recogieron las hermosas plantas, y depositándolas en sus Mantos pletóricos de LUZ y color, se dispusieron al descenso, mas, las flores cristalinas al acercarlas al frío de las nieves, se tornaban en brillantes flores plateadas, que hacían imposible caminar por el peso que adquirían.
Sapahuajra que había cobrado vida, con melodiosa voz, se ofreció llevar en su albo lomo las divinas flores, así como a sus creadores. Colocaron la preciosa carga en las espaldas del inmaculado Sapahuajra, quien les dijo: "Cruzad vuestros brazos sobre mi cuello, y caminad conmigo."
Así lo hicieron el Anciano Yatiri y la Virgen India, y conforme caminaban, sus pasos se hacían cada vez más livianos y ligeros, y no tardaron en darse cuenta de que en vez de pisar la nevada cumbre, se remontaban por los aires, y como Sapahuajra, volaban junto al Rey de las alturas, el alado CONTHUR, quien fue su guía por los caminos del viento.
Llegaron hasta la Isla del Sagrado Señor del Sol, donde fueron recibidos por Inti y por sus ígneas doncellas. Admiraron las maravillosas plantas con flores cristalinas como el agua de los manantiales, y coincidieron en que los hijos del Sol, serían los poseedores del gran bálsamo, que no solo sería el alivio de sus penas, sino que les daría tal fortaleza como nunca la tuvieron, y que un día se liberarían de los extraños sin corazón que los sometían a la vergüenza de la esclavitud y a la muerte.
Premiando la hazaña de sus bienamados protegidos, Inti separó con sus propias doradas manos, las flores del tallo de las plantas, y escogiendo las mejores hojas hizo dos coronas, las que deposito, una en la cabeza del Anciano, y otra en la de su compañera de victorias, las mismas que sujetó con el dorado hilo de sus propios cabellos.
Luego de agradecer a Inti, y a sus ancestrales Dioses, el Anciano Sacerdote y la Virgen Solar, siempre junto a Sapahuajra, se remontaron en suave y silencioso vuelo; pero, el mal viento de oriente, el mismo que fue traído por la ambición, se sintió herido al ver que junto al níveo Sapahuajra volaran también el adusto Yatiri y la Virgen. Creció de tal manera su cólera, y con toda su furia, arremetió contra los intrusos de sus dominio, quienes fueron lanzados por los aires en un remolino de terribles tempestades.
Pese a todos sus esfuerzos, los brazos del hombre no pudieron sostener la carga preciosa, y las flores cristalinas fueron llevadas por la furia del viento hasta la lejana montaña de los antiguos Dioses, y ahí cayeron suavemente, como una mezcla de nieve y lluvia, que al tocar los suelos, fueron convirtiéndose en un blanco metal que cubrió las faldas de la montaña. Igual suerte corrieron las hojas, que al tocar la tierra, penetraron profundamente, como ocultándose del viento, y se convirtieron en brillantes piedras negras.
Cual hubiese sido el destino del Sabio Yatiri y de la virtuosa doncella, si en esos terribles momentos, no surge la gran maravilla solar, quien con su gran luz y calor, disipó la furia de los vientos, pudiendo así los portadores de la planta maravillosa, sanos y salvos pisar tierra firme.
Grande fue el dolor que experimentó el anciano, cuando observó lo ocurrido, y terrible fue la pena que sufrió la Virgen del Sol, porque la preciada flor de los padres de los Dioses, había sido perdida.
Solo quedaban en sus sienes las coronas tejidas por Inti, que brillaban con mayor intensidad que el lucero de media noche.
Comprendiendo que sus hermanos de la real raza sufrían lo indecible bajo el negro ropaje que sepultaba consciencias, decidieron ofrendar sus vidas como expiación de su malograda misión.
Con el filo de sus varas, procedió cada uno, lentamente, a abrirse el noble pecho, mas, el Dios del Sol, el Señor Supremo que todo lo ve, no permitió que el sacrificio se consumara, y surgiendo de los cielos cual un niño de fuego, dijo: "Nada es más inútil que buscar consuelo en la muerte, por lo que, tomad vuestras guirnaldas, y humedecedlas en la sangre de vuestros corazones..."
Así lo hicieron los Hijos del Sol, y las hojas de las guirnaldas tornáronse rojas, y luego blancas, en cambio las flores permanecieron cristalinas.
El Dios del Sol, tomó las inmaculadas flores, y las devolvió al jardín de la Montaña Sagrada.
VII
SENTENCIA SOLAR

Cerrando las heridas de los sangrantes pechos, dijo el Dios del Sol: "Vosotros hijos míos, iréis a la cima más alta de la Montaña Blanca, y de allí, y hasta donde alcance la fuerza de vuestros brazos, arrojaréis vuestras coronas bañadas en sangre, y donde esas hojas lleguen, crecerán las flores del jardín de la morada de los Dioses; y vuestros hermanos que de ellas se sirvan, mitigarán con sus hojas el hambre, consolarán sus penas, aliviarán sus dolores, encontrarán compañía en su soledad, un remanso en sus alegrías, fuerza en su debilidad, y sabiduría en su olvido; mas aquellos que hollaron estas tierras, y profanaron mis templos, si de ella quieren valerse, sólo les llevará a la locura, y tendrán en sus vidas el dolor, el sufrimiento, la desesperación y la angustia que trajeron en sus almas; y todo el llanto que sembraron, lo cosecharán, y sus pueblos se sumergirán en las negras aguas de los vicios."
Dicho esto, el Dios del Sol, se sumergió en el infinito, y el sabio Yatiri, con su noble doncella, guiados por Sapahuajra, llegaron a la cima de la Montaña Blanca, y con todas sus fuerzas arrojaron las hojas ensangrentadas, las que se depositaron tan lejos como alcanzaba la vista del anciano. Allí donde cayeron las hojas teñidas por la sangre de la pareja solar, crecieron las hermosas plantas de la Montaña Sagrada, cuyas flores no podían ser vistas por los ojos de cualquier hombre, sino sólo por aquellos que se hicieron dignos de ser llamados Hijos del Sol.
El Venerable Anciano, y la Sublime Doncella, curaron sus heridas, y siempre acompañados de Sapahuajra, comunicaron a sus hermanos el maravilloso regalo que habían recibido los Hijos del Sol: LA COCA.
FIN

GLOSARIO
Inti: El Sol.
Intickacka: Piedra del Sol.
Sapahuajra: Deidad simbólica que tiene la figura de un blanco caballo y que lleva en su frente un solo cuerno.
Conthur: Cóndor.
Yatiri: Hombre Iniciado en los misterios esotéricos del Sol.

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